Columna
Durante el invierno de 1837, en las cortes de Europa no se habló de otra cosa que de Aleksandr Pushkin y la infidelidad de su esposa con un oficial francés. Consumido por los celos, el escritor retó al amante a un duelo a muerte. Aquí la historia.
Ilustración de Juan Pablo Gaviria
Todavía hoy, cuando un ruso nombra al francés que mató a Pushkin en un duelo, dice: “D’Anthès, que su nombre sea maldecido tres veces”. Aunque en el fondo todos los rusos piensan lo que dijo Aleksandr Blok: “No fue la bala de D’Anthès lo que mató a Pushkin; fue la falta de aire”. Pushkin era un prisionero en jaula de oro (“El diablo me hizo nacer en Rusia con alma y talento”). El zar le prohibía salir de Rusia; el zar hacía personalmente de censor de cada página que Pushkin mandaba a imprenta; el zar seguía de cerca la suerte del poeta en cada uno de los veintiún duelos en que se batió; el zar lo obligaba a asistir a los bailes de la corte porque le gustaba posar sus ojos en Natalya Pushkina, la joven esposa del poeta, la mujer más hermosa de Rusia. Para garantizarse la presencia de Natalya en la corte, el zar nombró a Pushkin gentilhombre de cámara, un título de pacotilla que se daba a jovencitos lampiños de buena familia cuando estaban en edad de participar de los bailes imperiales. Pushkin mascó bilis, pero no tuvo más remedio que aceptarlo porque a su adorada esposa le gustaba bailar y él tenía deudas por 135.000 rublos, cuando su sueldo era de 400 rublos al mes (el propio zar era su empleador: Pushkin debía escribir una biografía de Pedro el Grande, se le otorgó acceso irrestricto a los archivos imperiales; nadie contó mejor la historia de Rusia que él, en esos apuntes vibrantes y dispersos que quedaron truncos por la bala de D’Anthès).
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Fundador de Radar, el suplemento cultural de Página 12. Su último libro se titula 'El hombre que fue viernes'.
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